Luego de un largo periodo donde el gobierno nacional no realizó referencia alguna al proceso inflacionario, esa problemática reaparece bajo la forma de un “congelamiento” de precios.
Y lo entrecomillamos porque contiene caracteres inéditos en relación a la experiencia histórica. Fiel al criterio oficial de excluir toda referencia a una política antiinflacionaria explícita, el gobierno no emite decreto ni resolución administrativa al respecto. Desde el punto de vista formal aparece como una iniciativa de las grandes cadenas de supermercados, comunicada a la Secretaria de Comercio que otorga el visto bueno correspondiente.
El acuerdo tenía en su origen un horizonte de 60 días. Allí apareció su debilidad más evidente: lo que sucedería “el día después”. Por ello, ya se ha prorrogado por otros 60 días y los observadores predicen su continuidad, al menos, hasta la fecha de las elecciones del mes de octubre. Sin embargo, a medida que avanza el tiempo la problemática del “día después” se agrava de manera notable por la acumulación de las presiones inflacionarias.
El problema central radica en la fuerte limitación de sus alcances ya que permite un alto nivel de filtraciones y por ende facilita su eventual fracaso.
Sin duda que el anuncio “blanquea”, de manera indirecta, las condiciones de inflación
que hasta ahora no ha sido admitida oficialmente. En el caso argentino estamos ante procesos sistemáticos de inflación durante el sexenio 2007-12 con niveles de entre el 18 y el 25 %, según mediciones alternativas. Aunque relativamente bajo en términos históricos, es suficientemente alto como para poner entre paréntesis el funcionamiento global de la economía.
A fin de evaluar sus alcances, debemos revisar los complejos efectos de la inflación, los problemas de su diagnóstico y la posibilidad de una política antiinflacionaria alternativa.
La inflación produce serias perturbaciones en el funcionamiento de los flujos financieros y reales de la economía a través de efectos múltiples que tienden a condicionarse mutuamente por la dinámica de retroalimentación, típica de cualquier economía. La importancia relativa de cada uno de ellos depende del nivel inflacionario y la extensión temporal del fenómeno. Los efectos básicos son: sobre el proceso de distribución del ingreso, sobre los precios relativos y sobre el nivel de actividad.
La importancia de los efectos relacionados con la distribución del ingreso deriva del impacto de la inflación sobre los tramos de menores ingresos.
También se modifican los precios relativos. Y se producen por el diferencial de capacidad de los sectores y regiones de la economía argentina para que sus precios e ingresos puedan seguir el mismo ritmo de la inflación general.
En este esquema de modificación de los precios relativos representa un papel de primer orden, una variable estratégica de cualquier economía, y de importancia históricamente crítica en la economía argentina. Se trata del tipo de cambio.
Y el retraso cambiario genera un mercado marginal de divisas que causa serias perturbaciones en los flujos económicos. Entre ellos, los efectos de retroalimentación entre la inflación y la brecha cambiaria.
Respecto al nivel de actividad, los efectos que se producen son contradictorios. En el corto y mediano plazo, un cierto nivel de inflación juega a favor de incentivar la producción
y el empleo. En esas condiciones es posible plantear la prioridad de cuidar el empleo respecto a la inflación como prioridad de política económica. Sin embargo, en el largo plazo el efecto es el versus de esto. Si tomamos como punto de partida el año 2007 como inicio del actual nivel de inflación, ya nos encontramos en el final del mediano plazo y a las puertas del largo plazo.
Para corregir el problema inflacionario debemos partir de un diagnóstico correcto. Los más en boga pertenecen a las escuelas monetarista y estructuralista. Estos a su vez pueden ser ortodoxos y heterodoxos.
Todas estas orientaciones contienen, en materia de lucha antiinflacionaria similares errores metodológicos. En primer lugar, suponen una sola causa o grupo homogéneo de
causas predominantes que predefinen el (o los) instrumento a utilizar. Y ese origen único revelará la receta única para combatirlo. En segundo lugar, no tienen en cuenta el horizonte temporal en el que se ubican.
Tras cierto punto crítico del proceso inflacionario, ninguna de estas escuelas económicas tiene instrumentos para evitar una eclosión con graves efectos sociales. En Argentina tenemos una amplia y variada gama de experiencias al respecto.
La superación de esta situación nos lleva a la necesidad de partir de una metodología alternativa de análisis y acción, sobre todo en los casos de países de América Latina donde
históricamente han predominado fuertes distorsiones estructurales junto a manejos desaprensivos del flujo financiero, que llevaron a procesos inflacionarios agudos.
La única forma de superar las limitaciones objetivas de la ciencia económica es trabajar sobre la base de la hipótesis de existencia de factores multi-causales que operan de modo simultáneo y que se interrelacionan y retroalimentan. Para neutralizarlos deben implementarse políticas integrales y sistémicas donde estén contemplados instrumentos y objetivos consensuados por la sociedad para el corto, mediano y largo plazo. Y sobre este modelo económico se debe ejercer un control permanente para evitar que en sus intersticios se generen desacoples que acabarán, de manera inevitable, creando presiones inflacionarias.
Con este diagnóstico continuo será posible la corrección temprana y permanente de la interrelación de sectores, variables y flujos que tienden a crear esas presiones inflacionarias, tal como se hace en países como Brasil y Chile que adoptan fuertes medidas preventivas cuando la economía comienza a perforar el techo del 5-6 % anual de inflación.
En la ciencia económica, como frente a la mayoría de las cuestiones que afectan a la sociedad, se debe actuar de manera preventiva. Actuar de manera “curativa” o “reparativa”, con el problema ya encima, implica un alto costo social.
Los programas antiinflacionarios deben estar integrados a un programa global de la economía, se requiere de una vigilancia permanente para corregir desviaciones. No solo
vigilancia por vía de índices de precios finales sino también por el seguimiento del proceso de formación de los precios es decir los puntos clave de la cadena de producción primaria – industrialización –comercialización ya que el punto de partida de un proceso inflacionario es casi siempre parte de un cambio en los precios relativos claves de una economía.
Como vemos, con una estrategia de acuerdo de congelamiento parcial de precios estamos a gran distancia de evitar que las tensiones inflacionarias se sigan acumulando y se expresen en la superficie como un aumento diferencial de precios que modifica los precios relativos, llevándolos de manera irreversible hacia un esquema incompatible con los objetivos fijados por cualquier escuela de política económica.
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